Habiendo establecido los chanes la capital de su gobierno en Chichén Itzá en la época señalada, provenientes de Bacalar, continuaron su trayecto de oriente a poniente en la península de Yucatán, al cabo del cual fundarían también otras ciudades importantes como Balam, Izamal, Motul, T'Hó, la actual Mérida de Yucatán y Champotón.
Ya hacia el final del período clásico tardío, en el siglo IX, Chichén se convirtió en uno de los más importantes centros políticos de las tierras del Mayab. Para el principio del posclásico (desde el año 900 hasta el 1500), la ciudad se había consolidado como principal centro de poder en la península yucateca.
El Castillo y el descenso de Kukulcán
Los múltiples y monumentales edificios de la explanada de Chichén Itzá están presididos por la Pirámide de Kukulcán, llamada por muchos "el Castillo", uno de los edificios paradigmáticos de la arquitectura maya. Es una pirámide de cuatro lados que culmina en un templo rectangular. Se asienta sobre una plataforma rectangular de 55,5 metros de ancho y tiene una altura de 24 metros. Cada lado de la pirámide tiene una gran escalinata, 91 escalones por lado y 1 más que conduce al templo superior, dando 365 escalones, uno por día del año. Balaustradas de piedra flanquean cada escalera, y en la base de la escalinata norte se asientan dos colosales cabezas de serpientes emplumadas, efigies del dios Kukulcán. Es en estas escalinatas y muy particularmente en sus pretiles o balaustradas, donde se proyectan durante el transcurso del día equinoccial, las sombras de las aristas de las plataformas o basamentos superpuestos, que integran el gran edificio, configurándose así la imagen del cuerpo de la serpiente-dios, que al paso de las horas parece moverse descendiendo y rematando en la mencionada cabeza pétrea situada en la base inferior de la escalinata.
Es en este juego de luz y sombra, que representa la "bajada" de [Kukulcán] a la tierra, como quisieron los mayas simbolizar el mandato superior de acudir a la labor agrícola, ante la inminencia de la llegada de las lluvias, al concluir el mes de marzo en que se inicia la temporada de siembra de la milpa en la región.
Queda evidente la íntima relación que hicieron, los inventores de semejante montaje, de su conocimiento astronómico, aplicado a la arquitectura, en un entorno religioso y para un fin estrictamente político de liderazgo de masas, que debían concurrir puntualmente a la cita de una ardua tarea de supervivencia: la del pesado trabajo agrícola de su cultivo esencial, el maíz, base de su alimentación. Se infiere, por ende, que ese espectáculo que hoy vemos como mágico, tenía que ver con la estabilidad social de los mayas.
A pesar de lo anteriormente expuesto, recientemente algunos estudiosos han querido demostrar que las orientaciones hacia los equinoccios astronómicos no son tan evidentes en la arquitectura maya. Cierto es que el fenómeno del Castillo de Chichén Itzá puede observarse durante varios días alrededor de cada equinoccio, pero no hay pruebas de que realmente se relacione con los equinoccios y de que así haya sido planificado por los mayas.
Recientemente el Instituto de Geofísica y la Facultad de Ingeniería de la UNAM, así como el Instituto Nacional de Antropología e Historia, descubrieron que en el interior de esa majestuosa estructura, en Chichén Itzá, hay una segunda subestructura sobre la que edificaron una primera (descubierta en los años 30 del siglo pasado) y la actual. En el interior de la pirámide se verificaron sus etapas constructivas y se precisó que ocurre con su estructura. En la primera de ellas, se descubrió que la misma pirámide maya está edificada sobre un cuerpo de agua (cenote). En la segunda estructura cambia totalmente la concepción que se tiene hasta ahora del proceso constructivo que ha sufrido Chichén Itzá y en particular la pirámide de Kukulcán. Este descubrimiento puede ayudar a resolver muchas de las interrogantes que hay, los arqueólogos nos podrán decir cómo eran y cómo vivían los mayas.
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